jueves, 5 de enero de 2012

GEOGRAFÍAS

Exploré las latitudes de su nívea superficie, 
llevándome escrito en mis yemas 
el mapa de su lacerante gravedad, 
gravedad como de planeta, 
que atrae vorazmente mi ausencia, 
mi mirada, mi tacto y mi errante vacilar.
Mientras me pierdo en el equilibrio de su centro, 
equidistante entre su mente y la plasticidad de su arcilla, 
que conforma la brújula que me guía entre su cuerpo, 
geografía de suaves dunas, cuyas curvas recorro prisionero 
del descubrimiento de ese dulce latir debajo de su piel, 
del leve temblor que recorre su espalda 
al rozarla el aliento contenido, 
un temblor que la recorre como una marea 
en la que zozobra mi mirada, 
hundiéndome en un ritmo más profundo, 
que insinua la cercana dulzura del momento 
en el que la urgencia traspasara la piel de agua, 
dejando que suavemente, por un instante, 
la muerte descanse entre sus huesos...



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