domingo, 9 de enero de 2011

Ícaro

Y saltamos con la esperanza de alcanzar el cielo como Ícaro, creyendo que el sol no conseguirá fundir nuestras alas, ignorando su propia naturaleza, ignorando que el fuego siempre consume la esencia...

Y solo quedan efímeras plumas como vacilantes testigos del encuentro, del choque de luz y sombras... del flamígero destello y de la imparable caída.

Mientras, nos preguntamos por la razón última, de cómo la belleza y la luz puede destruirnos.

Más abajo, sobre la hierba se aposenta el cuerpo que alimenta la tierra, como una vasija vacía y rota, en la que retumba como eco el ansia de volar.


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